“Fue una mentira piadosa”
“Nadie se va a enterar”
“Hice lo que era necesario”
“Era mi única opción”
Estás son algunas de muchas excusas que usamos cada vez que mentimos y nos escudamos en que la mentira es algo de poca gravedad. A veces decimos que es un pecado pequeño, si es que lo consideramos pecado. Por esta razón, lo continuamos haciendo sin importar las consecuencias o lo que piense Dios de ello. Hay tres puntos que debemos entender acerca de la mentira:
La mentira es un pecado como cualquier otro.
Hay una tendencia entre los cristianos de evaluar los pecados y ponerlos en niveles, pero necesitamos entender que los pecados no tienen niveles ante los ojos de Dios. Es pecador aquel que comete adulterio, como el que roba… es pecador aquel que idolatra como el que deshonra a sus padres…es pecador aquel que miente como el que asesina. Por pequeña o piadosa que sea la mentira, sigue siendo pecado ante los ojos de Dios.
La mentira no construye, destruye.
Cuando estamos en momentos decisivos o difíciles y necesitamos una solución, la mentira aparece como la perfecta y fácil escapatoria a nuestros problemas. Preferimos mentir, en vez de enfrentar las consecuencias de nuestros actos… preferimos mentir, en vez de esperar en el Señor y confiar en que Él tiene una mejor solución… preferimos mentir para conseguir los que queremos de manera fácil, en vez de esforzarnos y luchar por nuestros sueños…preferimos mentir, en vez de construir relaciones de verdad y confianza. Siempre nos han dicho que la mentira es como una bola de nieve, entre más pasa el tiempo se hace más grande y más difícil de detenerla hasta que se estrella. Lo complicado de esa estrellada es que usualmente lastimamos a las personas que nos rodean y perdemos la confianza de éstas y la credibilidad de nuestra palabra.
Es imposible mentirle a Dios.
¿Alguna vez has pensado que vivimos en este mundo como si no fuera a haber un juicio cuando muramos? Dios lo sabe todo y todo significa TODO. No hay excepción. Él sabe lo qué hay en nuestro corazón y las acciones que realizamos cada día. No existe un rincón en el que tú te puedas esconder de Él. Esto no significa que debemos actuar como si un policía nos estuviera vigilando, porque ahí estaríamos obedeciendo por miedo y no por amor. Esto significa que no hay razones válidas para mentir, porque a aquel al que debemos rendir cuentas, no hay manera de engañarlo. Así que es mejor vivir una vida de verdad y obediencia que concuerde con lo decimos creer.
Cuando les pregunto a las personas si ellos le mentirían a sus padres, amigos, o pareja, la respuesta más común es un “sí” con tonalidad de que es obvia la respuesta. Pero si les pregunto si le mentirían a Dios, hay un silencio incómodo y al final un “no” no muy seguro. Mateo 25: 40 y 45 nos enseña que todo lo que hagamos a nuestro prójimo se lo estamos haciendo a Dios. Así que cada ves que le mentimos a nuestros padres, amigos, vecinos o a la persona que está al lado nuestro, estamos ofendiendo a Dios. En la Biblia encontramos muchos versículos acerca de la mentira y lo que piensa Dios de ella. En Proverbios 12:22 dice que Dios ABORRECE los labios mentirosos, pero se COMPLACE en los que actúan con lealtad; Por otra parte, Colosenses 3:9 nos dice que no nos mintamos unos a otros porque esto hace parte de nuestra vieja vida pecaminosa. Éstos y otros versículos nos dan como enseñanza que la mentira va en contra de la voluntad de Dios.
Cada vez que queramos mentir, preguntémonos ¿Esto agrada a Dios? ¿Estoy dispuesto a pagar las consecuencias de este pecado? ¿Te gustaría que te mintieran? ¿Estoy haciendo la voluntad de Dios o la mía? ¿Quiero que el Señor aborrezca mis actos? ¿Estoy siguiendo el ejemplo de aquel que murió por mí?
No nos confiemos en esas excusas que el mundo nos dice. La palabra de Dios es clara y sencilla. Nuestro deber es obedecerla y el Señor nos bendecirá.
Lina M.Rodríguez S.