La Real Academia Española define al chisme como “Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna.” Su definición es clara e innecesaria porque desde muy pequeños estamos expuestos al “Si te contara…” o el “No sabías que…” Y si analizamos las conversaciones que tenemos con otras personas, muchas veces nos encontramos divulgando noticias acerca de otros, ya sean falsas o verdaderas, con el motivo de dañar la reputación de esa persona y por ahí derecho sentirnos mejor con nuestras vidas.
La triste verdad es que cada vez que hablamos mal de otra persona, estamos diciendo más acerca de quiénes somos y de nuestros valores. Cuando tenemos esa necesidad de comunicar el mal de otros, ya sea verdad o mentira, proyectamos inseguridad, resentimiento, envidia y un corazón que prefiere hacer el mal a su prójimo. Preferimos enfocarnos en las debilidades y desgracias del otro que en nuestra propia vida… preferimos juzgar los pecados del otro que juzgar los nuestros. Pero… ¿esta actitud refleja un corazón que sigue genuinamente a Jesús? La respuesta es sencilla…no.
La palabra de Dios nos dice que una característica de una persona que no tiene a Dios en su corazón es destruir a sus “amigos” con sus palabras (Proverbios 11:9). También nos dice que todo lo que salga de nuestra boca debe ser bueno y útil (Efesios 4:29). Por otra parte, la palabra de Dios dice que una persona DIGNA de confianza es aquella que guarda el secreto (Proverbios 11:13) y que una persona DIGNA de entrar en Su presencia es aquella que no se presta al chisme ni le hace daño a su vecino, ni habla mal de sus amigos (Salmos 15: 1-3). La Biblia nos presenta muchas razones por las que el chisme no debe ser parte de nuestra vida y el desafío es aplicar cada versículo en nuestro diario vivir.
Cada vez que vayas a hablar mal de alguien o divulgar algo de otra
persona hazte estas preguntas:
1. ¿Tengo la certeza de que lo que estoy diciendo es verdad? Si tu respuesta es no o un no estoy segur@, no digas nada.
2. Si es verdad pregúntate, ¿Es un secreto o una situación personal del otro? Si tu respuesta es sí, no digas nada.
3. Si no es algo personal o un secreto pregúntate, ¿Lo que voy a decir destruye el testimonio del otro? Si tu respuesta es sí o no estoy segur@, no digas nada.
4. Y si no va a destruir el testimonio del otro pregúntate, ¿Es mi deber divulgar lo que ocurre en la vida del otro? En la mayoría de los casos la respuesta es no.
Cada quién se es responsable de su propia vida. Si una persona te pregunta acerca de otro, sé sabio… dile respetuosamente que es mejor que ellos le pregunten personalmente a la persona y así tendrán una respuesta de primera mano. Por otra parte, si una persona empieza a hablar mal de otro, para la conversación y cambia el tema. ¡No seas parte del chisme! Aunque no seas tú el que lo diga, si escuchas lo que ellos dicen, estás facilitando que otros sean chismosos.
No nos dejemos llevar por lo que el mundo nos ofrece. Cada vez que hablemos mal de otra persona estamos hablando mal de Dios y llenando nuestro corazón de odio y maldad. No dejemos que el mundo controle nuestra lengua… más bien pidámosle sabiduría a Dios para que Él dirija nuestras palabras y que con ellas seamos bendición para otros.
Lina M. Rodríguez S.
La triste verdad es que cada vez que hablamos mal de otra persona, estamos diciendo más acerca de quiénes somos y de nuestros valores. Cuando tenemos esa necesidad de comunicar el mal de otros, ya sea verdad o mentira, proyectamos inseguridad, resentimiento, envidia y un corazón que prefiere hacer el mal a su prójimo. Preferimos enfocarnos en las debilidades y desgracias del otro que en nuestra propia vida… preferimos juzgar los pecados del otro que juzgar los nuestros. Pero… ¿esta actitud refleja un corazón que sigue genuinamente a Jesús? La respuesta es sencilla…no.
La palabra de Dios nos dice que una característica de una persona que no tiene a Dios en su corazón es destruir a sus “amigos” con sus palabras (Proverbios 11:9). También nos dice que todo lo que salga de nuestra boca debe ser bueno y útil (Efesios 4:29). Por otra parte, la palabra de Dios dice que una persona DIGNA de confianza es aquella que guarda el secreto (Proverbios 11:13) y que una persona DIGNA de entrar en Su presencia es aquella que no se presta al chisme ni le hace daño a su vecino, ni habla mal de sus amigos (Salmos 15: 1-3). La Biblia nos presenta muchas razones por las que el chisme no debe ser parte de nuestra vida y el desafío es aplicar cada versículo en nuestro diario vivir.
Cada vez que vayas a hablar mal de alguien o divulgar algo de otra
persona hazte estas preguntas:
1. ¿Tengo la certeza de que lo que estoy diciendo es verdad? Si tu respuesta es no o un no estoy segur@, no digas nada.
2. Si es verdad pregúntate, ¿Es un secreto o una situación personal del otro? Si tu respuesta es sí, no digas nada.
3. Si no es algo personal o un secreto pregúntate, ¿Lo que voy a decir destruye el testimonio del otro? Si tu respuesta es sí o no estoy segur@, no digas nada.
4. Y si no va a destruir el testimonio del otro pregúntate, ¿Es mi deber divulgar lo que ocurre en la vida del otro? En la mayoría de los casos la respuesta es no.
Cada quién se es responsable de su propia vida. Si una persona te pregunta acerca de otro, sé sabio… dile respetuosamente que es mejor que ellos le pregunten personalmente a la persona y así tendrán una respuesta de primera mano. Por otra parte, si una persona empieza a hablar mal de otro, para la conversación y cambia el tema. ¡No seas parte del chisme! Aunque no seas tú el que lo diga, si escuchas lo que ellos dicen, estás facilitando que otros sean chismosos.
No nos dejemos llevar por lo que el mundo nos ofrece. Cada vez que hablemos mal de otra persona estamos hablando mal de Dios y llenando nuestro corazón de odio y maldad. No dejemos que el mundo controle nuestra lengua… más bien pidámosle sabiduría a Dios para que Él dirija nuestras palabras y que con ellas seamos bendición para otros.
Lina M. Rodríguez S.